El des-crédito del CSIC

Desde hace varios días circula la noticia en varios medios de comunicación de que el CSIC ha congelado los “remanentes” de los grupos de investigación: los ahorros que éstos habían ido acumulando a lo largo de los años (valga como ejemplo la noticia de hoy en El País).

Siendo ya de por sí grave, esta noticia está mal dada. El CSIC ha congelado los “REMANENTES DE TESORERÍA”: es decir, ha paralizado TODOS los flujos de caja. TODOS. No los ahorros de los investigadores sino TODA la caja.

Así, los investigadores han visto cerrado de golpe el acceso a SUS dineros de investigación. Por ejemplo: un grupo de investigación que haya obtenido financiación de la Unión Europea no puede, desde el 2 de julio (fecha del decreto), acceder a ese dinero. No pueden gestionar recursos respecto de los cuales, sin embargo, sí van a tener que rendir cuentas (frente a la UE). Un esperpento.

Dicho de otro modo, el CSIC se ha quedado con dineros que no son suyos. Ha paralizado la ciencia, sí, pero quizás más grave, ha secuestrado, por no decir sustraído, dineros que no son para sí, que no le pertenecen, y que fueron asignados (por la Unión Europea, por el Ministerio de Ciencia, por empresas privadas) para propósitos y objetivos que no le competen y sin embargo ha abortado de golpe.

El escándalo, insisto, no es que a la ciencia se le acabe el dinero, o que a los científicos les hayan quitado sus “ahorros”. El verdadero escándalo es que el CSIC ha paralizado TODA la caja, obligando así a sus investigadores a incumplir compromisos asumidos con financiadores, con socios, con proveedores, con otros científicos.

A día de hoy no sabemos por cuánto tiempo se va a prolongar la situación. Y la situación es gravísima. No sólo por la paralización de las actividades, sino por el descrédito que se cierne sobre nosotros, los científicos del CSIC.

Hay investigadores a los que la noticia les ha pillado, por ejemplo, organizando un congreso. Han comprometido miles de euros en gastos a los que ahora no podrán hacer frente. Han invitado a ponentes extranjeros (algunos, probablemente, pagando por adelantado sus propios viajes) que van a ver sus planes, cuando no sus dineros, trastocados.

Los escenarios se multiplican, cada cual más dramático y esperpéntico. Viajes, hoteles, conferencias, charlas, excavaciones, trabajos de campo, compra y mantenimiento de equipos: todo echado al traste. Y no porque los equipos de investigación no tuvieran dinero (pues los gastos de investigación son siempre contra proyectos ya financiados y asignados), sino porque el CSIC se ha quedado con todos esos dineros, que ni le pertenecen (pues la financiación proviene casi siempre de terceros: UE, empresas privadas, Ministerio) ni tiene desde luego lo prerrogativa de gestionar a su antojo.

Y a todo esto hay que añadirle una problemática adicional. Los científicos del CSIC que ahora mismo tengan proyectos de investigación en proceso de evaluación ante organismos internacionales (por ejemplo, el European Research Council) es muy probable que se encuentren – sin guisarlo, ni comerlo – con una desventaja competitiva hasta ahora insospechada: la falta de confianza de tales organismos ante los abusos contables del CSIC. ¿Quién va a querer darle dinero a un científico del CSIC sabiendo que su institución desvía los fondos y obstaculiza la investigación? Terrorífico.

La falta de financiación está ahogando la ciencia, sin duda. Pero esta medida va un paso más allá. El CSIC está mandando a los leones a sus propios científicos: está jugando con nuestro prestigio y credibilidad. Esto no es ya ahogar a la ciencia; es sacrificarla directamente.

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