Maravillas: la excepcional excelencia de la culturas experimentales

Hoy, víspera de reyes, se celebra una manifestación del Patio Maravillas en Madrid (a las 19.00 en la plaza del 2 de mayo). Uno de los proyectos de intervención urbana más fructíferos de la ciudad con una larga trayectoria desde que comenzara en 2007 su itinerario por tres sedes distintas en el barrio de Malasaña. Lo que comenzó como una okupación se ha asentado y convertido en uno de los lugares para pensar la ciudad y hacer ciudad más singulares de Madrid; por ello defender el Patio es, como reclama el lema de su movilización, construir otra ciudad distinta. No soy un asiduo del Patio y no lo conozco en detalle, pero las veces que lo he frecuentado ha sido para atender a debates que se ubican a menudo en la vanguardia del pensamiento social.

El Patio es uno de esos lugares que parece radiar a la ciudad la inquietud por preguntarnos cómo podría ser una ciudad diferente y en este sentido la sensibilidad urbana que parece impregnar a quienes lo habitan resuena con la de otros sitios donde se alumbran algunos proyectos de excepcional valor en Madrid: El Campo de Cebada, La Tabacalera de Lavapiés, Esta es una plaza, Vaciador… por nombrar sólo algunos de ellos. Una sensibilidad que se extiende y toca instituciones como Medialab-Prado, Intermediae y el Museo Reina Sofía en algunas de sus líneas de investigación y que está presente en proyectos de otras ciudades como La Casa Invisible en Málaga y Can Batlló en Barcelona, entre muchos otros. Esa trama de lugares y proyectos dibujan una geografía en la cual se ha desarrollado una cultura de la experimentación urbana de excepcional relevancia.

Llamarlos espacios de cultura experimental no es una metáfora, porque experimentar no es únicamente contrastar hipótesis y tampoco es algo que ocurre únicamente en los laboratorios. Si algo caracteriza históricamente a las culturas de la experimentación es la capacidad para traer al mundo entidades que no existían: un nuevo virus que es descubierto y cobra cuerpo, una enfermedad que es diagnosticada y cuya presencia es sancionada, una nueva partícula subatómica que comienza a existir y expande el mundo hacia otros confines. Lo que ocurre en espacios como el Patio Maravillas o la Casa Invisible es literalmente un ejercicio de experimentación urbana pues en ellos se trae al mundo algo que antes no estaba: nuevas sensibilidades urbanas, formas de asociación en la ciudad y con la ciudad, infraestructuras que amueblan un nuevo derecho a la ciudad… En definitiva, son lugares todos ellos que componen una ciudad distinta, nos ayudan a imaginarla en nuevos términos y a practicarla de una manera diferente.

Pero pensar en esos lugares como espacios donde se desarrollan culturas experimentales no significa reducirlos a lo cultural. Lo que ocurre en ellos desborda ampliamente los límites estrechos de las concepciones convencionales de la cultura para extenderse a otros entornos como la ciudad, el cuerpo y las redes digitales. El cuidado que en esos lugares se tiene por los cuerpos, las infraestructuras urbanas que se generan, la invención de nuevas maneras de narrar, relatar y dar cuenta de lo que acontece a través de las tecnologías digitales… Todo ello no puede ser contenido en el estrecho marco de la cultura, apunta más bien a otros modos de componer un mundo común: con otros materiales, otras tecnologías, otras formas de sociabilidad.

La amenaza sobre el Patio es en realidad una amenaza generalizada contra otros lugares como La Casa Invisible en Málaga, una sombra que se cernirá pronto a otros lugares en Madrid y que mina otras instituciones públicas. Es una amenaza contra espacios excepcionales y lugares donde podemos encontrar la misma excelencia en su carácter experimental que pueden reclamar centros de investigación académica, instituciones médicas o centros de pensamiento de este país. Así lo evidencia el reconocimiento que recibió El Campo de Cebada tras lograr el galardón Golden Nica del prestigioso festival europeo Ars Electronica y el premio del espacio público de la XII Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo son evidencias de ello. Es una excelencia excepcional, porque constituyen una excepción que no se puede medir por los patrones convencionales.

Excelencia es aquello de “superior calidad o bondad que hace digno de singular aprecio y estimación algo”, y sin duda lo que ocurre en esos lugares merece nuestra mayor estimación, nuestro aprecio sincero y, desde luego, el mayor de los cuidados para sostenerlo en el tiempo. La razón última para salir en defensa de esos espacios urbanos de cultura experimental y cuidar las condiciones de posibilidad para su trabajo no es sin embargo la excelencia, sino algo distinto. Deberíamos defenderlos porque en ellos se están re-ingeniando y componiendo nuevos modos de vivir en común que nos ayudan a imaginar cómo puede ser una ciudad distinta y una sociedad diferente.

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