Asambleas populares: el ritmo urbano de una política de la experimentación [paper]

El  último artículo que hemos escrito sobre las asambleas del 15M tiene por título Asambleas populares: el ritmo urbano de una política de la experimentación. Irá incluido en el libro (título provisional) ‘Orígenes y retos del 15M’, editado por Icaria y coordinado por Marta Cruells y Pedro Ibarra. El borrador puede descargarse:  Asambleas populares: el ritmo urbano de una política de la experimentación. Seguidamente la  introducción.

Lo primero que hizo el grupo de personas que se quedó a dormir en la Puerta del Sol el 15 de mayo de 2011 fue formar una asamblea. Lo hicieron después de la manifestación que convocó a miles de personas en las calles de Madrid y otras ciudades de España. Su gesto iniciaba lo que después se convertiría en la #Acampadasol y daba pie a uno de los acontecimientos urbanos más innovadores políticamente de las últimas décadas. Dos semanas después de que comenzara aquella acampada se celebraron más de un centenar de asambleas populares por todo Madrid y otros municipios de la comunidad. Ellas extendieron el gesto de inventiva política desde la Puerta del Sol al resto de la ciudad y mucho más allá.

En Nueva York todo comenzó con una asamblea también, o más bien con la repetición de una asamblea tras otra. Un mes y medio antes de que fuera desplegada otra acampada a imagen y semejanza de la madrileña en el corazón del distrito financiero de Wall Street, decenas de personas habían comenzado a congregarse para la celebración de lo que llamaban la Asamblea General (AG) de Nueva York. Sacar adelante la primera el 2 de agosto de 2011 costó bastante. Pocos asistentes parecían saber en qué consistía y aquello “era más una concentración con megáfono que una asamblea” (VV AA, 2011: 11). Para muchos asistentes era algo absolutamente novedoso así que en las siguientes convocatorias un grupo especializado en la facilitación se encargó de su funcionamiento. Occupy Wall Street tomaba su inspiración de la ‘primavera árabe’, así se denomina a las revueltas de Túnez, Egipto y otros países de la zona desde principios de 2011. El modelo para la acampada y las asambleas de Nueva York procedía, sin embargo, del 15M español. De él tomaron su particular metodología asamblearia y el gesto de ocupación de la ciudad en campamentos. Españoles residentes en Nueva York que seguían de cerca el 15M o estadounidenses que viajaron a España en plena gestación de la acampada sirvieron de vehículo para la circulación de ese conocimiento y aprendizaje (VV AA, 2011).

Nuestra intención en este capítulo es aproximarnos al 15M a través de las asambleas populares. Las asambleas como una forma de asociación a través de la cual se imagina y practica una ciudad distinta y se experimenta con nuevos modos de política. Nuestro argumento es que si algo comparten la diversidad de colectivos que se agrupan bajo la rúbrica del 15M es, antes que un ideario político explicitado, una sofisticada metodología de la práctica política: su metodología asamblearia. Y es esa forma de asociación la que conecta y dota de coherencia al movimiento #Occupy global en lugares como Barcelona (Maeckelbergh, 2012), Nueva York (VV AA, 2011), Boston (Juris, 2012) o Liubiana (Rasza y Kurnik, 2012).

El argumento central de este artículo es que las asambleas despliegan en su práctica del espacio público un espacio para una política de la experimentación: las asambleas son objetos urbanos experimentales. La experimentación ha sido señalada como característica significativa de diversos movimientos sociales durante la últimas décadas, entre ellos los movimientos altermundistas (Juris, 2008; Graeber, 2009). Jeff Juris se refiere de manera específica a la experimentación que se articula a través de las tecnologías digitales y que tiene como objeto la producción de nuevas formas de organización fundadas en una lógica de red (networking logic). La experimentación es también un ejercicio declarado entre algunos proyectos del movimiento okupa en Madrid como el Labo, el Laboratorio okupado de Lavapiés. Y ese carácter experimental se atribuye también al movimiento #Occupy en sus ensayos con las formas de organización (Juris, 2012) o en el despliegue de ensayos de democracia directa (Razsa y Kurnik, 2012). Las atribuciones al carácter experimental de esas formas políticas raras veces entra a considerar, sin embargo, qué significa esa condición. ¿Qué es exactamente un experimento con la política o con la democracia?, ¿cuál es la diferencia entre organizarse de una manera distinta y novedosa y ‘experimentar’ con un nuevo modo de organización?, ¿qué diferencia hay entre una forma política distinta de la convencional y una forma política experimental?

Utilizamos en ocasiones el término de experimento para referirnos a un gesto improvisado de prueba: añadimos un nuevo condimento a un guiso o mezclamos dos bebidas y decimos de ellos que es un experimento. Nuestro uso del concepto de experimentación tiene un sentido distinto. Tomamos inspiración del historiador de la ciencia Hans-Jörg Rheinberger (1997) y su conceptualización de los sistemas experimentales. Rheinberger se refiere con la noción de experimentación a la producción de un espacio de novedad y sorpresa controlada, un dominio donde se mantiene una productiva tensión entre lo estable y lo inestable. Nuestro argumento es que la asamblea es capaz de traer a la existencia en la calle un espacio político que contiene lo impredecible y lo desconocido; un espacio generador de sorpresa en el cual la política resulta como un ejercicio de búsqueda en mitad de la incertidumbre. Este capítulo describe tres aspectos de esa política de la experimentación: una sofisticada metodología a través de la cual se despliegan las condiciones que hacen del espacio público de la calle un lugar para la política; el ritmo como elemento saliente de la asamblea, a través del diseño de su ritmo urbano la asamblea habilita un interior en el espacio público abierto a la sorpresa y lo inesperado; y el cuidado como práctica que contribuye a dotar de sostenibilidad a lo largo del tiempo los espacios de experimentación mediante la atención cuidadosa a los cuerpos, y en ese ejercicio la asamblea trae a la existencia un cuerpo político distinto.

El presente texto es resultado del trabajo de campo realizado de manera colaborativa durante 12 meses a través de la participación en dos asambleas del 15M en Madrid, la asamblea popular del barrio de Lavapiés y la asamblea popular del barrio de Prosperidad. El presente artículo centra sus descripciones en la primera. Nuestra discusión está informada por dos vertientes de la literatura de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología. De un lado, los recientes intentos desde de la Teoría del Actor-Red por abordar el análisis de la democracia (Latour y Weibel, 2011) desde las condiciones materiales de la política (Marres y Lezaún, 2011). Por otro lado, la literatura que aborda el análisis de los laboratorios científicos como lugares paradigmáticos en la producción de culturas y objetos epistémicos y experimentales (Rheinberger, 1997; Knorr-Cetina, 1999).

Asambleas populares: el ritmo urbano de una política de la experimentación (PDF).

 

IMAGEN: La imagen pertenece al GILA un grupo que sin duda hace suyo ese gesto de continua experimentación del 15M. La foto forma parte de la  ‘campaña’ de GILA ‘Vente a Lavapiés‘ (http://ventealavapies.blogspot.com.es).

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